El cambio de hora actual empezó a aplicarse a nivel mundial en 1974, con la crisis del petróleo, para aprovechar mejor la luz natural y consumir menos petróleo y electricidad. Así, surgió con un objetivo claro: el ahorro energético. Sin embargo, volver al horario de invierno podría no resultar tan beneficioso ni para el bolsillo (de particulares, de empresas…) ni tampoco para la salud.
El cambio horario del verano al invierno implica regresar a los días más cortos del año en los que los desplazamientos por carretera se producen en más horas nocturnas (menos visibilidad y más probabilidades de deslumbramientos —la luz directa o inesperada de otro vehículo, en un cambio de rasante, una curva o un giro, puede cegar a cualquier conductor por muy experimentado que sea—). A esto hay que unir que las condiciones meteorológicas también son más adversas para la conducción: lluvia, niebla, nieve…
Asimismo, son muchos los estudios médicos que demuestran que las personas se sienten más cansadas por el cambio horario, lo que puede desembocar en mayor estrés, irritabilidad y problemas de sueño. Todos estos elementos pueden afectar a la conducción… y al trabajo en el taller de reparación de carrocería ¿Cómo? Podemos detectar, al menos, dos tipos de impactos…
Caída de la productividad, bajas laborales…
En el ámbito laboral, el supuesto ahorro que se busca con el cambio horario puede ser puesto en entredicho. Hasta ahora se pensaba que esta rutina tenía un efecto beneficioso sobre nuestra eficiencia energética. Sin embargo, estudios más recientes parece que lo desmienten o, al menos, lo matizan. Por ejemplo, hay estudios que muestran cómo lo que se gana por un lado (la mañana) se pierde por el otro (la tarde), y aconsejan realizar análisis más profundos.
Además, el cambio de hora puede tener otro efecto colateral indeseable que afecta a todos los sectores económicos, también al taller de reparación de carrocería: la productividad se reduce notablemente las dos semanas posteriores al cambio horario, según diversos estudios ¿Por qué?
Como decíamos, cambiar la hora altera nuestro reloj biológico y puede hacernos dormir peor, además de provocar otros efectos como fatiga, migrañas, estrés… De hecho, los efectos del cambio en los biorritmos son similares, aunque menos bruscos, al fenómeno conocido como ‘jet-lag’, que se produce después de un largo viaje.
De este modo, estas alteraciones aumentan —en casi un 6%— las lesiones laborales en aquellos puestos físicamente más exigentes como la construcción o la minería durante la semana posterior al cambio horario. Por no hablar de que cambian las condiciones de luz en las que conducimos habitualmente, lo que también puede provocar despistes en los viajes de ida y vuelta del lugar de trabajo (los accidentes ‘in itinere’ son accidentes laborales).
La buena noticia es que los efectos negativos del cambio horario suelen durar un máximo de quince días.
¿Incremento en la carga de trabajo?
Estas mismas alteraciones tendrían también un efecto directo en la carga de trabajo del taller de carrocería por un aumento de los siniestros en carretera…Y es que un estudio realizado en el Reino Unido señala que los talleres podrían tener hasta 10.000 trabajos adicionales de reparación en los quince días posteriores al cambio de hora.
El estudio, realizado a partir de las cifras del Departamento de Transporte británico, junto con datos de Enterprise Rent-A-Car, ha desvelado que la demanda de coches, furgonetas y camiones de sustitución aumentó una media del 8% los últimos cinco años (2015-2019) en las dos semanas inmediatamente posteriores al retroceso de los relojes.
A esto, en el presente 2020, podrían unirse otras variables que también podrían influir en esta tendencia. Y es que con la pandemia, se ha producido un aumento del uso del transporte privado, propiciado por conductores que, en muchos casos, hacía tiempo que no se ponían al volante con lo que pueden estar menos acostumbrados a conducir en condiciones adversas. Todo ello, con unos vehículos más viejos (la edad media de los turismos cerró 2019 en los 12,65 años, según Anfac), y muchos de ellos aún con la ITV pendiente, con lo que sus condiciones para circular podrían no ser las mejores.
Por todo ello, un taller bien gestionado, habituado al uso de herramientas que permiten ser más eficientes y productivos, siempre estará mejor preparado para los cambios que puedan afectarlo (organizativos, de producción, de carga de trabajo...).
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