Ya hemos comentado en este blog que ser rentables es fundamental para ser asegurar el futuro de nuestro negocio. Si bien ya sabemos que, en la actualidad, la rentabilidad es uno de los ‘caballos de batalla’ del sector, conviene estar atentos a todos aquellos factores o elementos que pueden afectarla negativamente, con el objetivo de adoptar las medidas de corrección necesarias para reducir o incluso eliminar su impacto.
Factores negativos para la rentabilidad
Lamentablemente, son muchos los factores que pueden hacer peligrar la rentabilidad de nuestro negocio. No obstante, vamos a abordar en este post algunos de los más recurrentes y, al mismo tiempo, los más sencillos tanto de evitar como de corregir.
En primer lugar, debemos evitar una mala organización del taller. Aquí influirá no sólo la mala organización del espacio físico, sino también que la tiene afecte a la productividad, es decir, la organización tanto de las entradas de vehículos al taller como la de nuestro propio equipo de profesionales.
En este sentido, una nula o mala planificación también afectará a nuestra rentabilidad. Para ofrecer un servicio al cliente eficaz, que cumpla los plazos de entrega establecidos, es importante saber con qué recursos (humanos y técnicos) disponemos con el fin de realizar una buena planificación de las operaciones en curso y de las previstas.
De igual forma, la ineficiencia tendrá un impacto negativo en nuestra cuenta de resultados. Así, sin una adecuada gestión del tiempo es muy difícil conocer en qué tareas tiene el taller un mayor índice de productividad o en cuáles está perdiendo eficacia. Del mismo modo, será difícil conocer el desempeño real de cada profesional y gestionar su tiempo correctamente para maximizar su rendimiento.
Además, si el proceso productivo no está definido ni organizado, considerando los tiempos estimados para cada intervención y la capacitación técnica de cada profesional, corremos el riesgo de aumentar los costes por retrabajos, errores… Por ello, es muy importante reclutar personal con las competencias requeridas para cada puesto.
Y, de igual forma, es fundamental la mejora continua de ese personal técnico con la adecuada formación. Y no vale la excusa de “si apenas hay tiempo para producir ¿cómo vamos a formarnos?”.
Asimismo, contar con equipos y útiles desfasados o mal cuidados también afectará tanto a la eficiencia como a la productividad y, por tanto, a nuestra rentabilidad. Si no se realiza un mantenimiento adecuado de los equipos y útiles de trabajo, cabe la posibilidad de que se rompan o se deterioren, con lo que será necesario invertir más tiempo en realizar cada tarea y los costes en material aumentarán. De igual forma, renovarlos antes de que pierdan su eficacia —y no cuando no quede más remedio— nos ayudará a que esa pérdida de funcionalidad vaya afectando a nuestro trabajo sin que nos demos cuenta.
No pierdas de vista el mercado… ni al cliente
Por su parte, es muy importante no perder de vista ni al cliente ni al mercado. El cliente es el primer afectado de una mala organización de nuestro negocio. No cumplir con los plazos de entrega o entregar trabajos deficientes afectarán directamente a la satisfacción de nuestros clientes con lo que eso conlleva: no sólo perdemos un cliente, ganamos un “altavoz” de nuestra incompetencia.
En el lado opuesto, un cliente satisfecho es un cliente fiel y que hablará siempre bien de nosotros, convirtiéndose en nuestro mejor prescriptor: nuestro propio ‘influencer’. Por eso, no sólo es importante ofrecer un buen servicio. También lo es ofrecer una buena experiencia de cliente, incluida una atención de calidad.
De igual forma, conocer las tendencias del mercado, las hábitos y necesidades que van surgiendo es clave para adaptar nuestro negocio a esas nuevas demandas.
Por otro lado, igual que nuestro negocio está expuesto a un ‘examen’ continuo no está de más hacerlo también nosotros sobre nuestros proveedores. Y es que no solemos evaluar a nuestros proveedores o hacer un seguimiento de su rendimiento, la selección es por precio, por amistad o por intuición. Por eso, es fundamental contar con proveedores profesionales que no sólo nos vendan sus productos o servicios, sino que nos ayuden en el día a día de nuestro taller.
Tampoco desdeñes la venta activa. En línea con la recepción activa, que nos puede ayudar a ofrecer servicios adicionales a los que motivaron la visita de nuestro cliente al taller, no está de más vender otros accesorios como pueden ser productos tecnológicos o de consumo, productos para la limpieza o el mantenimiento del vehículo...
Y, por supuesto, no dejes de medir. Contar con las mejores herramientas digitales de gestión en el taller, aquellas con las que medir y monitorizar todas las áreas del negocio, nos permitirá tener a nuestro alcance la trazabilidad de los procesos, las tareas y el desempeño de las personas del equipo del taller, lo que redunda en un mejor y mayor control de los trabajos y la organización del taller.
No obstante, todo esto de nada sirve sin liderazgo. Los responsables del taller deben tener una visión de conjunto de todo el negocio, así como conocer sus necesidades y marcarse unos objetivos claros. Si la ‘cabeza’ funciona, el resto del ‘cuerpo’ responderá.
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