El taller de vehículos ha pasado hace mucho tiempo de ser un mero centro de reparación para convertirse en un NEGOCIO de reparación, con todo lo que ello implica. Así, una de sus necesidades actuales pasa por una gestión eficiente que contribuya a optimizar su productividad (y rentabilidad) para asegurar su futuro.
De este modo, un control exhaustivo de sus cuentas permitirá conocer en todo momento su estado financiero, lo que facilitará la toma de decisiones que corrijan posibles problemas cuando éstos se encuentren aún en una fase inicial y sea más sencillo atajarlos.
Y es que una gestión deficiente de nuestro negocio de reparación puede llegar a desembocar en problemas de liquidez o solvencia ¿Sabes qué significan ambos términos? ¿Eres capaz de identificar posibles problemas financieros en tu taller y resolverlos antes de que vayan a más?
Liquidez y Solvencia
A menudo, los expertos utilizan los términos liquidez y solvencia indistintamente como variables que aluden a una situación de equilibrio financiero en las empresas. Pero, en realidad, son términos que tienen connotaciones diferentes. Si bien son términos que muchas veces van de la mano, lo cierto es que la gestión de cada uno de ellos conduce a decisiones dispares, y pueden también acarrear problemas diversos.
¿Qué es la liquidez?
La liquidez es la cualidad que tienen los activos de la empresa para transformarse en dinero fácilmente. Desde el punto de vista contable, la liquidez se materializa en el activo corriente o activo circulante, aquel que puede ser convertido en dinero en un periodo inferior al año, aunque en la mayoría de las ocasiones se relaciona con la tesorería.
Forman parte del activo circulante cuentas como cajas, bancos, cuentas por cobrar a clientes, efectivo y existencias, entre otros. Por contra, los activos fijos o no corrientes, aquellos que se considera que se liquidarán en un plazo superior al año, no forman parte de la liquidez de la empresa. Entre ellos figuran terrenos, equipos, vehículos…
La diferencia entre el activo circulante y el pasivo circulante (deudas a menos de un año) se conoce como fondo de maniobra, que constituye una medición de la liquidez de la empresa.
¿Y la solvencia?
Por su parte, la solvencia es un concepto más amplio. Es la capacidad que tiene una empresa, un individuo o una administración para pagar sus deudas. Cuanta más capacidad de pago posea, más solvente será. En términos puramente contables, la solvencia depende del valor del activo en relación con el pasivo, es decir, con sus deudas.
Para determinar la solvencia de una empresa se tiene en cuenta la totalidad del activo, tanto el corriente como el no corriente. Este debe ser superior al pasivo de la empresa, dando como resultado el patrimonio neto, es decir, los recursos propios con los que cuenta un negocio para desarrollar su actividad.
¿En qué se diferencian y qué problemas pueden provocar?
Parece razonable pensar que una empresa tiene más solvencia cuanto mayor sea su liquidez. Sin embargo, esto no tiene por qué ser siempre así. Que una organización tenga mucha liquidez no implica necesariamente que sea solvente, y viceversa. En estos conceptos entran en juego el periodo de liquidación de los activos y el plazo de los pasivos.
Así, por ejemplo, una empresa puede tener una posición desahogada desde el punto de vista de su liquidez, ya que el activo circulante es suficiente para cubrir su pasivo circulante (deudas a menos de un año) y, sin embargo, puede ser insolvente, ya que su volumen total de deudas es mayor que el valor de su activo. En esta situación financiera, el patrimonio neto es negativo, y la empresa estaría en una situación de quiebra técnica.
Al contrario sucede lo mismo. Una empresa puede ser perfectamente solvente porque su patrimonio neto es grande, pero puede no disponer de recursos suficientes para pagar sus deudas a corto plazo. En esta situación, la empresa tiene un fondo de maniobra negativo, y técnicamente estaría en una situación de suspensión de pagos.
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